FILOSOFIA ROSACRUZ EN PREGUNTAS Y RESPUESTAS UNO

lunes, 1 de marzo de 2010

PREGUNTA N° 16 - en vimeo y en you tube -


Se dice algunas veces que tenemos el derecho de pensar lo que se nos antoje y que no somos responsables por nuestros pensamientos; ¿es eso así desde el punto de vista oculto?

Respuesta: No, ciertamente; al revés, y para ello no necesitamos acudir al ocultismo.

Encontramos que esa idea la expresó Cristo en el sermón de la montaña, en el que nos dijo
que “el hombre que mira a una mujer con deseo ha, en realidad, cometido ya adulterio” y cuando comprendemos que así corno el hombre piense en su corazón así es él, tendremos una concepción mucho más clara de la vida que si tomáramos sólo en consideración los actos de los hombres, porque todo acto es la manifestación de un pensamiento previo, pero estos pensamientos no son siempre nuestros.

Cuando golpeamos un diapasón, haciéndolo vibrar, y ponemos otro diapasón cerca de aquél, no sólo vibrará el primero con nuestros golpes, sino el segundo también comenzará a vibrar por simpatía, siempre que los dos diapasones tengan el mismo temple.
Análogamente, cuando se nos ocurre un pensamiento y otra persona de nuestro alrededor ha estado pensando en el mismo sentido, nuestros pensamientos se juntan con los suyos vigorizándose para el bien o para el mal de acuerdo con la naturaleza del pensamiento. No es una fantasía cuando en la obra llamada The Witchiny Hour” el héroe trata de ayudar a un villano a escapar del estado de Kentucky, por haber el ultimo matado al Gobernador y estar a punto de ser arrestado. El héroe, un hombre de considerable poder mental siente que él pudo haber incitado al criminal. Y le cuenta a su hermana que antes del asesinato él había estado pensando en que ese asesinato podía haberse cometido, justamente en la forma en que se cometió. Y se encuentra bajo la impresión de que su pensamiento puede haber sido captado por el cerebro del asesino mostrándole así el camino del crimen. Cuando nos encontramos en un jurado y vemos nosotros al criminal, sólo conocernos un acto; nada sabemos del pensamiento que lo incitó a él. Si hemos tenido el hábito de pensar mal, de generar pensamientos maliciosos contra una u otra persona, esos pensamientos pueden haberse ido hacia el criminal, y según el mismo principio que hace que cuando tenemos ante nosotros una solución saturada de sal bastará que tomemos un solo cristal para hacer que esa solución se solidifique, así también si un hombre ha saturado su cerebro con pensamientos de asesinato, el pensamiento que nosotros generamos puede haber sido el golpe de gracia que destruyó la última barrera que impedía cometer el crimen.
Por consiguiente, nuestros pensamientos son muchísimo más importantes que nuestros actos, puesto que si siempre pensamos bien siempre obraremos bien. Nadie puede pensar en amar a sus semejantes, en ayudarlos y auxiliarlos espiritual, mental o físicamente sin poner en práctica esos pensamientos alguna vez en su vida, y si nosotros cultivamos solamente esos pensamientos, pronto veremos que la luz del Sol brilla en torno nuestro; veremos que la gente nos recibe en la misma forma en que nosotros irradiamos, y si pudiéramos comprender que el cuerpo de deseos (que rodea a cada uno de nosotros extendiéndose unas dieciséis pulgadas en torno de la periferia del cuerpo) contiene todos esos sentimientos y emociones, entonces veríamos a los demás diferentemente, pues entonces entenderíamos también que todo lo que vemos lo vemos a través de la atmósfera que nos hemos creado en torno nuestro, cuyos colores todos los vemos en los demás.

Si, entonces, vemos insignificancia y pequeñez en los demás, sería conveniente que nos miráramos a nosotros mismos para comprobar si no es la atmósfera que nos rodea la que da esa coloración. Veamos si no tenemos dentro de nosotros mismos esas cualidades no deseables, y entonces comencemos por quitarnos esos defectos. El hombre que es insignificante y pequeño irradia de sí mismo esas cualidades, y cualquiera con quien él se encuentre le parecerá insignificante porque el evocará esas cualidades en los demás, según el mismo principio de que la vibración de un diapasón de cierto temple hará vibrar por simpatía a otro diapasón del mismo temple que se le ponga cerca. Por otra parte, si cultivamos una actitud de serenidad, una actitud libre de egoísmo y francamente honesta y deseosa de ayudar, evocaremos lo mejor en las demás personas. Por consiguiente, es necesario que comprendamos que hasta que no hayamos cultivado las mejores cualidades en nosotros mismos no podemos esperar encontrarlas en los demás. Somos, pues, en verdad responsables de nuestros pensamientos, somos ciertamente los custodios de nuestros hermanos, porque así como pensemos los encontraremos y se nos aparecerán así reflejando nuestra propia actitud.
Aplicando el principio antedicho, si necesitamos ayuda para cultivar esas mejores cualidades, busquemos la compañía de las personas que ya las posean, porque su actitud mental será de una ayuda inmensa para nosotros evocando en nuestra propia atmósfera sus sutilísimas facultades.

Max Heindel
FILOSOFÍA ROSACRUZ EN PREGUNTAS Y RESPUESTAS TOMO PRIMERO
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